Viernes 22 de septiembre
Ya tengo terminado casi todo el papeleo para desaparecer de este país. Esta semana he ido con Osawa san dos veces a Tajimi, a la zeimusho, la oficina de hacienda que me corresponde. Me han pedido un certificado de residencia fiscal en España y me ha costado un poco hacer entender, con ayuda de Osawa, lo que quería y para qué lo quería. Parece ser que no han pasado muchos españoles por esta oficina en los últimos años. Lo cierto es que me han parecido gente más amable que el funcionariado español con el que me ha tocado en suerte lidiar (siempre hay excepciones) y me ha sorprendido ver a todo el mundo trabajando (al menos asi lo parecía) sin dedicarse a menesteres paralelos. Tambien hemos ido al banco a terminar de aclarar lo de la liquidación de la cuenta y lo de la transferencia a España.
Definitivamente no ando centrado en mi trabajo. Tengo algunas cosas que hacer y que quiero terminar pues cuando me vaya, a mi colega de Pamplona que trabaja con ellos le va a tocar arreglar los temas en inglés por teléfono o correo electrónico, y la cosa va a ralentizarse y complicarse bastante. Pero tengo la cabeza en otros sitio y siempre ando pensando que se me estará olvidando o que debo recordar sin falta.
Cada vez que paso por una calle de este pueblo, por una tienda, no puedo evitar verlo todo el periodo (dos años y un mes) en conjunto, como una experiencia que se termina. Me parece todo más agradable y no dejo de sentir algo de tristeza. No solo por abandonar lugares a los que uno acaba cogiendo cariño por el roce. La sensación de que una parte de la historia de uno se queda aquí pegada, al tatami del salón, a los puertos de montaña por los que subía con la bicicleta, al supermercado de la esquina, a la estacion de tren de Imawatari. Me voy un poco mas viejo, con un montón de recuerdos asentados en la cabeza pero que me ligan a este lugar al que no se si volvere algún dia (supongo que si)
El miércoles cenamos en casa de Jin. Con su mujer, David y la novia japonesa que se ha echado, Midori. Aunque él de momento lo niega. Es una chica joven, agradable, que ha estado trabajando en la oficina central de Tokyo durante un año y ahora esta aquí. Y como ha estudiado filología hispánica, habla bastante bien español. La cena fue muy agradabla, abundante en ternera de Hida (lonchas finisimas envueltas individualmente en hojas de plastico hasta su consumo) a la plancha, tempura y mas cosas sabrosas. También fue abundante en vino y cava y al final renunciamos al taxi para darnos el paseo de quince minutos hasta casa para dar tiempo a la comida a ser digerida. La temperatura estaba muy agradable pues parece que el calor húmedo del verano ya ha desparacido. En casa traté de hacer algo del trabajo para lo del curso, y terminé acostandome muy tarde. Como el martes.
Ayer, jueves, también tuvimos la tarde ocupada. Tuvimos cena con el gerente de mi empresa de Pamplona y con Koichi y Riuyi. Vinieron, además, Marisa, Midori y Mamen. Fuimos a un precioso restaurante en Inuyama. Se trata de una casa antigua, de mediados del siglo XIX de una familia enriquecida con el comercio de kimonos. Y lo curioso es que el cocinero, un tal Narita, se ha especializado en comida francesa. La comida fue sabrosa. Y agradable. Despues de cenar nos acompañaron a ver los jardines y el resto de estancias de la casa, que casi es un museo de objetos antiguos y estancias decoradas con muebles de la época. Llegamos a casa a eso de las diez y tan solo me lave los dientes antes de tirarme en la cama y caer dormido al instante.
Hoy por la mañana he notado como el dormir casi nueve horas me ha recuperado bastante el cansancio que se iba acumulando en mí. Y es que el cansancio ha formado parte de mi vida estos tres días laborables. Hasta tal punto que el otro dia un tipo, al que juraría que no conozco, me dijo mientras lavaba mi taza de café, que tenía cara de cansado. Se puso a hablar conmigo y me pregunto por mi novia, con lo cual imagine que me habia confundido con David, luego, sentado en mi mesa, mirando con indolencia el ordenador escucho un susurro. Aparece por detras y me dice que sonria, que tengo la cara muy seria.
Ya tengo terminado casi todo el papeleo para desaparecer de este país. Esta semana he ido con Osawa san dos veces a Tajimi, a la zeimusho, la oficina de hacienda que me corresponde. Me han pedido un certificado de residencia fiscal en España y me ha costado un poco hacer entender, con ayuda de Osawa, lo que quería y para qué lo quería. Parece ser que no han pasado muchos españoles por esta oficina en los últimos años. Lo cierto es que me han parecido gente más amable que el funcionariado español con el que me ha tocado en suerte lidiar (siempre hay excepciones) y me ha sorprendido ver a todo el mundo trabajando (al menos asi lo parecía) sin dedicarse a menesteres paralelos. Tambien hemos ido al banco a terminar de aclarar lo de la liquidación de la cuenta y lo de la transferencia a España.
Definitivamente no ando centrado en mi trabajo. Tengo algunas cosas que hacer y que quiero terminar pues cuando me vaya, a mi colega de Pamplona que trabaja con ellos le va a tocar arreglar los temas en inglés por teléfono o correo electrónico, y la cosa va a ralentizarse y complicarse bastante. Pero tengo la cabeza en otros sitio y siempre ando pensando que se me estará olvidando o que debo recordar sin falta.
Cada vez que paso por una calle de este pueblo, por una tienda, no puedo evitar verlo todo el periodo (dos años y un mes) en conjunto, como una experiencia que se termina. Me parece todo más agradable y no dejo de sentir algo de tristeza. No solo por abandonar lugares a los que uno acaba cogiendo cariño por el roce. La sensación de que una parte de la historia de uno se queda aquí pegada, al tatami del salón, a los puertos de montaña por los que subía con la bicicleta, al supermercado de la esquina, a la estacion de tren de Imawatari. Me voy un poco mas viejo, con un montón de recuerdos asentados en la cabeza pero que me ligan a este lugar al que no se si volvere algún dia (supongo que si)
El miércoles cenamos en casa de Jin. Con su mujer, David y la novia japonesa que se ha echado, Midori. Aunque él de momento lo niega. Es una chica joven, agradable, que ha estado trabajando en la oficina central de Tokyo durante un año y ahora esta aquí. Y como ha estudiado filología hispánica, habla bastante bien español. La cena fue muy agradabla, abundante en ternera de Hida (lonchas finisimas envueltas individualmente en hojas de plastico hasta su consumo) a la plancha, tempura y mas cosas sabrosas. También fue abundante en vino y cava y al final renunciamos al taxi para darnos el paseo de quince minutos hasta casa para dar tiempo a la comida a ser digerida. La temperatura estaba muy agradable pues parece que el calor húmedo del verano ya ha desparacido. En casa traté de hacer algo del trabajo para lo del curso, y terminé acostandome muy tarde. Como el martes.
Ayer, jueves, también tuvimos la tarde ocupada. Tuvimos cena con el gerente de mi empresa de Pamplona y con Koichi y Riuyi. Vinieron, además, Marisa, Midori y Mamen. Fuimos a un precioso restaurante en Inuyama. Se trata de una casa antigua, de mediados del siglo XIX de una familia enriquecida con el comercio de kimonos. Y lo curioso es que el cocinero, un tal Narita, se ha especializado en comida francesa. La comida fue sabrosa. Y agradable. Despues de cenar nos acompañaron a ver los jardines y el resto de estancias de la casa, que casi es un museo de objetos antiguos y estancias decoradas con muebles de la época. Llegamos a casa a eso de las diez y tan solo me lave los dientes antes de tirarme en la cama y caer dormido al instante.
Hoy por la mañana he notado como el dormir casi nueve horas me ha recuperado bastante el cansancio que se iba acumulando en mí. Y es que el cansancio ha formado parte de mi vida estos tres días laborables. Hasta tal punto que el otro dia un tipo, al que juraría que no conozco, me dijo mientras lavaba mi taza de café, que tenía cara de cansado. Se puso a hablar conmigo y me pregunto por mi novia, con lo cual imagine que me habia confundido con David, luego, sentado en mi mesa, mirando con indolencia el ordenador escucho un susurro. Aparece por detras y me dice que sonria, que tengo la cara muy seria.