Expatriado en Japón

Kani Shi es una pequeña ciudad en la preceptura de Gifu, a menos de una hora en tren de Nagoya. El Japón profundo con aires de modernidad. Pero menos.

25 enero 2006

PITÁGORAS Y LOS LLAMADOS PITAGÓRICOS (3)

ALMA


El alma para los pitagóricos era inmortal. Para Homero también era inmortal, pero se trataba de una sombra sin fuerza que recibía del cuerpo su capacidad de movimiento. Era una creencia para gente (los dioses de la edad heroica) que asociaba la vida feliz con la material, de las fiestas, los combates y el amor. Solo los dioses eran inmortales, para los hombres hubiera sido una blasfemia. Para los órficos la esperanza en la inmortalidad se basaba en mitos complejos y se podía conseguir mediante arduos esfuerzos para desarrollar el elemento divino. Los ritos había que renovarlos periódicamente, con prohibiciones rituales. Esta religión está muy vinculada a la pitagórica e incluso algunos de los libros sagrados de los órficos fueron escritos por pitagóricos destacados. Pitágoras dice que se debe ser un dios en lugar de un mortal. Para Pitágoras, a diferencia del orfismo y otras concepciones filosóficas similares, el camino de la salvación pasa por la filosofía. Lo religioso y lo filosófico se unen en el pitagorismo.

Para los pitagóricos el universo, como un todo, era una criatura viva dotada de inteligencia. Esto era algo conocido o adoptado por los milesios. Para los pitagóricos si el mundo era un ser vivo que vivía por respirar el aire del infinito que le rodeaba, y si el hombre también vivía mediante la respiración (al alma humana era aire) entonces el parentesco era evidente. El universo era uno, eterno y divino. Los hombres eran muchos, separados y mortales, pero el alma, la parte esencial del hombre no era inmortal, era una chispa del alma divina universal, atrapada en un cuerpo perecedero. Esto da finalidad a la vida: cultivar el alma y quitarse la mancha del cuerpo para alcanzar el alma universal. El alma permanece en el ciclo de las reencarnaciones mientras sea impura, encadenada a un cuerpo, bajo la impureza de las formas más inferiores de la materia. Escapará de ese ciclo cuando se purifique con la vida según ideal. El hinduismo tiene aspectos muy parecidos en sus creencias. Aceptaban el politeísmo, aunque tenían preferencias por Apolo. Lo divino colmaba a los místicos y daba una razón última al universo. ¿Cómo salir de esto? Algunas religiones mediante revelaciones. Los órficos mediante una forma de sacramento. Pitágoras mantuvo aspectos formales pero introdujo novedades. Pitágoras fue el primero que hablo de filosofía y se llamó a sí mismo filósofo, como purificación para salir del ciclo. Para Pitágoras pues la salvación no depende solo de ritos, sino del empleo de la razón para obtener el conocimiento.

Pitágoras enseñó la doctrina de la trasmigración y también del alma inmortal, que debe su inmortalidad a su parentesco con el alma universal y divina que puede regresar a su fuente divina cuando se haya purificado. Las motas del aire eran la materia del alma. La noción de vida a partir del automovimiento les indujo a ello. Recordemos que el aire es el pneuma, el aliento del universo. El alma es una armonía, porque la armonía es una mezcla o composición de contrarios, y el cuerpo está compuesto de contrarios. Parece que hay en nosotros una cierta afinidad con los modos y ritmos musicales. Los elementos últimos de todo son los números y la totalidad del cosmos debe su carácter de algo perfecto, divino y permanente al hecho de que los números, de que se compone, se combinan del mejor modo posible según las reglas de la proporción matemática, tal y como las han revelado los estudios de Pitágoras. En resumen, el cosmos, debe todas estas cualidades deseables al hecho de que es una armonía que se encuentra en los majestuosos movimientos de los cuerpos celestes. El cosmos es un dios viviente, engarzado en una unidad única y divina por el poder maravilloso de la armonía matemática y musical.

Nuestras almas son de la misma naturaleza aunque separadas por la impureza de lo mortal. Nuestra identidad con lo divino tiene que consistir, necesariamente, en números, en armonía y, en la medida en que estamos necesitados de la purificación de la filosofía, tiene que ser acertado llamar al elemento de impureza un elemento de discordia, causada por una imperfección en el orden numérico de nuestras almas, un elemento de lo Ilimitado no sometido al yugo del principio bueno del límite.
No se admite el suicidio pues los dioses son los únicos que pueden decidir cuándo debe alcanzarnos la muerte. Cuando lo permiten, la muerte es una liberación de la prisión. El alma, en la vida, ama al cuerpo y depende de él, seducido por los placeres sensuales.

La identificación de la psyche con la vida física estaba profundamente enraizada en el pensamiento griego. Esto llevo a alguna escuela pitagórica (los médicos, como Alcmeón) a negar la inmortalidad del alma. Decían que el alma era la armonización de los cuatro elementos y no podría existir separada del cuerpo. Todavía no había clara distinción entre lo material y lo inmaterial. Este sistema sienta las bases de la concepción del alma en Platón.

El alma para los pitagóricos es un estado o disposición de los números, el alma es armonía de sus propias partes, no de las partes del cuerpo. Existen razones para pensar que los pitagóricos creían en dos clases de almas, algo que tomaban de creencias muy antiguas y muy extendidas: alma-hálito y alma-imagen o alma-sombra. Algo parecido decía Empédocles del alma que entiende de sensaciones y de la parte divina que tiende al conocimiento verdadero. Dos almas, la psyche que se desvanecía con la muerte del cuerpo y que los escritores medicos racionalzaron en una harmonía de contrarios físicos que formaban el cuerpo y los daimones o participaciones en la divinidad, inmortales y que transmigran

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